Con más de 450 años de antigüedad, El Lienzo de Tlaxcala se erige como una de las pictografías más importantes del periodo colonial, no sólo por las interesantes imágenes que nos narran la conquista de México, sino porque en él se contiene una versión histórica particular acerca de este hecho: la de los tlaxcaltecas, que hicieron a los españoles sus aliados y al mismo tiempo se autonombraron conquistadores.
La trascendencia histórica del Lienzo ha sido una especie de magia que obra sobre los investigadores que contemplan sus imágenes, mismas que nos han llegado hasta nuestros días gracias a las distintas copias que se hicieron del original. Pero si el encanto suscitado por las copias es tal, el enigma acerca de su versión primigenia y su paradero lo es aún más. ¿Cómo o por qué fue sacado de aquel baúl que hasta la primera mitad del siglo XIX lo contenía? ¿Cuál fue su destino? ¿Por qué desapareció? (checar El Lienzo y sus versiones… https://lienzodetlaxcala.com/el-lienzo-y-sus-versiones/)
La historia que lo rodea va más allá de lo que nos muestran sus escenas, es una historia que se percibe aún viva en el lugar donde se creó, guardó y conservó celosamente, y que hoy en día, cimenta gran parte de su identidad en este documento. Su iconografía se percibe en escudos, paredes, monumentos, pinturas, museos; sus letras en nombres propios, apellidos, libros, discursos. El Lienzo aún vive en la ciudad donde se pintó, sobre todo hoy en día cuando la conmemoración de los 500 años de la alianza hispano – tlaxcalteca reavivó todos los vestigios y discursos que recuerdan este acontecimiento.
Pero imaginemos al Lienzo en su contexto de creación, apenas treinta años después de la toma final de México Tenochtitlán en 1521, cuando Tlaxcala se había convertido en un espacio “para ver”, esto es, un lugar donde la utilización de imágenes para ilustrar los acontecimientos de La Conquista no se soslayó sino más bien se utilizó, como nos describe Diego Muñoz Camargo:
“… en las casas principales…luego entrando [está] pintada la entrada y primera venida de Hernando Cortés y de sus españoles…y del recibimiento y regalo que en Tlaxcala se le hizo, y de la paz que se le dio en toda esta provincia, y de cómo se bautizaron los señores de las cuatro cabeceras de Tlaxcala, y de muchas otras particularidades de la conquista de esta tierra, y de muchas otras particularidades de la conquista de esta tierra; lo cual va todo figurado por pinturasen este corredor y sala, que esta ciudad lo tiene por memoria y antigualla, y de las hazañas que ellos y los españoles hicieron en la pacificación de toda esta tierra…[sic]”
Diego Muñoz Camargo
Similar programa iconográfico existió en las periferias de la ciudad de Tlaxcala, en lo que fueran los aposentos de Xicohténcatl “El viejo”, siendo testigo ocular, Camargo nos dice: “En las casas y palacios de Xicohténcatl…en una sala… tienen pintada la venida de Cortés y sus españoles, y del buen acogimiento que se les hizo y la conquista de México, aunque no con la perfección que está en la ciudad…”
Es evidente que el último vestigio de aquellas pinturas son las imágenes del Lienzo de Tlaxcala realizado años después en 1552, que materializaron las palabras de Camargo al describir la ciudad en el XVI, de ahí el título de su obra Descripción de la Ciudad y provincia de Tlaxcala en la cual, el historiador mestizo incluyó una versión muy similar a la del Lienzo, pero, al ser un encargo del rey Felipe II, debió convertirlo en un libro, a diferencia de su ancestro pictórico ─El Lienzo─,que fue una pintura de grandes dimensiones, casi cinco metros de alto por dos de ancho. Baste recordar que el libro de Camargo era la Carta Geográfica de Tlaxcala ordenada levantar por el Rey en las provincias de Nueva España, y que en Tlaxcala fue encargada al historiador mestizo y no a un religioso, como por tradición se hizo en la Nueva España. Cabe resaltar que el Lienzo fue dedicado a Carlos V y debió llegar a sus manos, el libro de Diego Muñoz Camargo a Felipe II, su hijo; en ambos casos la importancia era reiterar a los monarcas el papel de los conquistadores tlaxcaltecas durante el siglo XVI.
Línea primera del Lienzo de Tlaxcala. Copiado del original por Juan Manuel Yllañez 1773. En las imágenes podemos apreciar el recibimiento de los españoles en Atlihuetzia y Tizatlán, como relata Diego Muñoz Camargo y como seguramente estuvieron pintadas en los muros de las Casas Reales y las casas de Xicohténcatl años antes de la realización de El Lienzo.
El mensaje visual de los tlaxcaltecas como conquistadores fue reiterativo en la provincia de Tlaxcala y en las colonias fundadas por sus habitantes. Si por un lado el Lienzo aludía al papel trascendental de los conquistadores indígenas, los diversos documentos escritos en el siglo XVI por parte de los colonizadores tlaxcaltecas lo seguían: además de solicitar privilegios como vestir a la usanza española, portar armas y montar a caballo en algunos casos se solicitó la no intromisión de españoles en estos lugares de reciente fundación, y a pesar del éxito efímero de aquellas solicitudes, el derecho reclamado nos recuerda el objetivo de las imágenes del Lienzo.
¿Son acaso las imágenes del Lienzo recordatorios sobre las peticiones al monarca como montar a caballo o portar armas españolas? ¿Los guerreros tlaxcaltecas de El Lienzo aspiraban a sustituir a los castellanos que lucharon junto a ellos?
Al parecer, mientras el Lienzo se resguardó en la ciudad, el mensaje de sus imágenes pareció fresco entre sus habitantes, quienes se encargaron de llevarlo a otros espacios como las calles de la capital tlaxcalteca: algunas piedras que aún sobreviven en pleno siglo XXI nos remiten a él, como las que se distinguen en la portada de la que fuera la Capilla Real de Indios en el primer cuadro de la ciudad, cerca de las casas reales y de los portales. No es extraña la relación de la Capilla con el Lienzo pues ambos estuvieron dedicados a Carlos V, por ello su escudo se distingue tanto en la portada del edificio como en la escena capitular.
Si bien la Capilla inició su construcción hacia 1528, años antes de ser pintado el Lienzo, durante todo el siglo XVI sufrió diversas modificaciones lo que hace suponer que dichos escudos pudieron ser incorporados casi al tiempo de creación y entrega del Lienzo en 1552, producto de las visitas que diversas delegaciones de nobles tlaxcaltecas realizaron a Carlos V en España y que era menester ratificar dondela provincia tlaxcalteca asentaba sus poderes.
(Escudo de Carlos V en la portada de la actual Palacio de Justicia del Estado, antes Capilla Real de Indios cuya construcción data de 1528)
A unas cuadras del lugar de resguardo del Lienzo, del programa iconográfico de las casas reales y edificios de gobierno, una marca más sobrevive al paso del tiempo. Se trata de un escudo labrado en piedra colocado en el puente del riachuelo que bajaba de los alrededores del exconvento franciscano.
En él se puede leer: “Se hizo este puente reinando — el católico monarca el señor don Felipe V D—, siendo Gobernador y Teniente de Capitán General, el Cap. De infantería Española reformado don Fran [Francisco] Antonio de las Rivas Estrada, se acabó a expensas y solicitud de Don Pasq [Pascual] —- Alcalde ordinario de esta Noblísima Ciudad por la Cab— de —… para esta obra año de 17-4. [sic]
(Piedra labrada con el escudo de España colocada sobre lo que fue un puente en la capital tlaxcalteca. Actualmente sobrevive en el lugar mismo para dondefue concebida. “para la que …”)
En la actualidad el discurso histórico local parece revitalizar el tema de la memoria y la identidad derivados del contacto con los españoles, en este sentido la herencia de aquel momento histórico ha sido columna vertebral de espacios como el Museo de la memoria, fundado en la capital tlaxcalteca en 1999. El mensaje pictórico del Lienzo ha sido un elemento importante para la concepción de una de las salas de dicho museo dedicada a los tlaxcaltecas antes, durante y después de la conquista; cédulas, pictografías, escudos y documentos del siglo XVI nos adentran al tema, permitiéndonos imaginar, incluso, el lugar donde según las crónicas, se guardó no sólo el Lienzo sino otros documentos de vital relevancia; El baúl de las cuatro llaves, “el arca de los privilegios”, aquella que solo podía ser abierta cuando los representantes de las cuatro cabeceras se reunían para discutir sobre los asuntos de la provincia.
Aquel repositorio que las crónicas describen como el más seguro e importante, contuvo, entre otras cosas, las actas del cabildo y los testimonios pictográficos de los tlaxcaltecas conquistadores y sus descendientes; el Lienzo, como se ha mencionado,estuvo resguardado ahí hasta el siglo XIX, y la reconstrucción contemporánea no sólo nos muestra la magia del espacio, sino la desgracia de su pérdida, pues este repositorio fue su última morada antes de ser extraído para llevarlo a la Ciudad de México por solicitud de la Comisión Científica Francesa, durante el Segundo Imperio Mexicano.
El baúl de las cuatro llaves o Arca de privilegios, reproducción del Museo de la Memoria en la sala 1, donde también se pueden apreciar algunas cédulas y parte del Lienzo de Tlaxcala. Abajo, la inscripción de la copia del Lienzo hecha por Juan Manuel Yllañez en 1773 donde se especifica que el original estuvo guardado en ese baúl.
Quizá el elemento más presente del Lienzo en el imaginario tlaxcalteca contemporáneo es el escudo español que en 1535 fue otorgado a la ciudad de Tlaxcala junto con el título de “Muy noble y muy leal ciudad”. Años antes de la realización del Lienzo, el escudo fue traído desde España para ser colocado en “plazas, edificios, pendones…” Su importancia fue tal que cuando el Lienzo fue pintado, el escudo español fue incorporado en la escena capitular, y desde entonces, se usó en los espacios donde por mandato fue destinado. Sin variantes, dicho escudo es utilizado hoy en día en la bandera estatal, y el Lienzo es testigo fehaciente de su existencia como también lo es de la cédula que lo trajo desde España la que, dicho sea de paso, desapareció del baúl donde se resguardó y hoy en día está bajo resguardo del Centro de Estudios de Historia de México CARSO.
Es por ello que algunos elementos pictóricos contenidos en el Lienzo han llegado hasta nuestros días, ligándonos con el pasado y el contexto en el que fue hecho. Poner atención a sus imágenes es de vital importancia pero vale la pena también poner atención a sus silencios, es decir, a esa “voz” que de pronto habla para describirnos eso que no vemos: el tiempo, la intencionalidad de un mensaje.
Porque el Lienzo nos dejó no sólo aquello que captamos con la mirada sino también lo que se escapa de ella: una noción particular de historia, la de un pueblo que se ha visto y se verá, como conquistador y no como conquistado.
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