


Lugar: Tecoaccinco
Glosa alfabética: Tecoaccinco
Escritura jeroglífica: KOA
Interpretación de Alfredo Chavero (1892)
Como los tlaxcaltecas pintaron este lienzo para conmemorar las campañas que hicieron como aliados de los castellano, suprimieron las batallas que contra Cortés tuvieron; pero para que se comprenda bien como fuñe la conquista, relataremos todos los sucesos principales en su ocasión, aun cuando en esta pintura estés suprimidos. Cortés siguió su camino; y algunos cempualtecas que se habían adelantado en busca de víveres, fueron mal recibidos por Tochpacxochihuilli señor de Tecoac región otomí perteneciente á Tlaxcalla, de gente fiera y belicosa y ejercitada en las cosas de la guerra. Habría hecho el ejército de Cortés cuatro leguas, cuando la descubierta se encontró con unos quine otomíes; trabóse la lucha; mataron de un tajo de macana un caballo, cortándole a cercén el cuello; dejarretaron á otro, que murió también; é hirieron á otros tres y á dos caballos. De los otomíes quedaron cinco en el campo. Un caballero corrió á rienda suelta á avisar que avanzase el grueso. En ese momento salieron de una emboscada tres mil guerreros, y Corté les hizo rostro con ocho caballeros, mientras llegaron la artillería y la infantería; con lo cual dio cuenta de los contrarios, haciéndose diez y siete muertos y gran número de heridos. Los pintores del lienzo no representaron esta batalla: los tlaxcaltecas por aparecer siempre amigos de los castellanos, adulteraron la historia, y en su lugar del combate nos presentan un recibimiento amistoso.
La pintura tercera tiene en su parte superior y en letra góticas el nombre Tecoaccinco, y una culebra de piedra, signo jeroglífico del lugar. Se representa un edificio levantado sobre un terraplén, y éste parece ser de sillería según el dibujo, y de forma piramidal truncada Esto recuerda lo que Pomar refiere en su Relación de Texcoco, en donde dice que los palacios y casas de los principales, se construían siempre sobre terraplenos. La portada del edificio es de piedra labrada con ornamentación muy característica, y pintada de rojo, pues era común el uso de la policromía en los templos y palacios de los indios. Corona el edificio un copete circulas de cuatro cuerpos, á manera de las pirámides truncadas de los templos. En el centro está Cortés vestido á la castellana y sentado en silla española de la época; á su lado se ve á Marina de pie, detrás están dos soldados también de pie y con lanzas. Un jefe con manto amarillo at á Cortés en el brazo derecho un brazalete de piedras; otro indio le presenta un tercio de mantas finas y labradas, en señal de tributo; otro un collar; y todavía se ve una cuarta figura detrás. El tocado de los indios da á conocer que eran de nación otomí.
Cualquiera al ver esta pintura, creería que los indios de Tecoac se habían apresurado á reconocer por señor á Cortés, y á rendirle vasallaje; pero ya hemos dicho que los tlaxcaltecas de intento no consignaron en su lienzo las batallas que con los castellanos tuvieron.
La verdad histórica es la siguiente. Con motivo de la embajada de Cortés, se habían formado dos partidos en Tlaxcalla; uno por la alianza con los españoles, pues creía que con ella la señoría se sobrepondría á México; y otro decidido por la guerra, formado de hombres cautos como Xicontenctl el viejo, que temían los peligros de recibir al extranjero, y de guerreros indómitos como Xicotencatl el joven. En estas vacilaciones no se despachaba la embajada, y tuvo lugar el combate de Tecoac.
La noticia de que los castellanos habían atacado à fuerzas de Tlaxcalla, produjo el triunfo por el momento del partido de la guerra: dispúsose que el ejército tlaxcalteca saliese á cerrar el paso á Cortés, y á su frente marchó el valeroso joven Xicotencatl.
La batalla de Tecoac había tenido lugar el 31 de Agosto; Cortés pernoctó sobre las armas, curando á sus heridos con el unto de un indio gordo que había muerto en la refriega; el dia siguiente 1º de Septiembre, reorganizó su ejército; y como en la noche llegaran dos de las embajadas cempualtecas que se habían escapado, le dijeran que los habían preso para sacrificarlos, y le dieron cuenta de que marchaba sobre él el ejército tlaxcalteca, el 2 avanzó de madrugada en buen orden de combate. Un perro del ejército descubrió la presencia del enemigo, y Lares, que iba avanzando en su magnifico caballo, comenzó e ataque. Los indios retrocedieron; pero poco más adelante se presentaron en dos escuadrones, con trajes vistosos llenos de plumería, con sus penachos y bizarros estandartes, sonando estrepitosos caracoles y bocinas, y alzando espantosa gritería.
Pomar nos da cuenta de cómo habían los indios la guerra. Cuando caminaba el ejército á pelear, iban delante los más valientes y escogidos soldados, y en su seguimiento el resto e la gente bisoña y nueva en el arte; pero si el camino era largo y era menester llevar bagaje, iban los soldados viejos á vanguardia retaguardia, y en medio, n lo que se dice batalla, los bisoños y la gente de servicio. Además siempre echaban delante corredores de hombres ligeros y valientes para descubrir el campo, y ver si los enemigos les ponían celadas y emboscadas; sin las espías que de ordinario iban y venían. En la noche procuraban alojarse en lugares seguros, y ponían velas y guardias que tenían mucho cuidado y vigilancia; aunque con todo esto los jefes no se descuidaban un punto.
La manera de batallar era, que el ejército se iba acercando hasta llegar á tiro de flecha ó de honda, y hasta gastar las municiones se venían juntando y allegando los unos y los otros, y peleaban con macana y rodela ó lanza. Los valientes y esforzados se señalaban en pelear y oponerse contra donde el enemigo estaba pujante ó aventajado, corriendo á un cabo y á otro, y acudiendo al mayor peligro; y si alguno de los contrarios se señalaba en hecho y valor de armas, discurrían por el campo hasta hallarlo y pelear con él, conforme á la comodidad del tiempo y lugar. Los compañeros de éste se le unían; y así se formaban aparte de la batalla, peleas de los más valientes, los de un campo contra los de otro, y allí era mayor la mortandad. La pelea duraba hasta que los jefes hacían señal de retirarse; y cuando no estaban desbaratados, lo hacían sin volver las espaldas. Eran además muy dado á sorpresas y emboscadas.
Cortés, al ver el ejército tlaxcalteca, no arremetió desde luego sobre él; sino que antes mandó al escribano Diego Godoy les hiciese el requerimiento de ley, que naturalmente no entendieron. En seguida dio sobre ellos.
No conocía aun el capitán español la táctica extraña de los indios; y así á poco, atraído entre las hondonadas por tlaxcaltecas y otomíes que se retraían, se vió rodeado por todo el ejército contrario, en medio del cual se distinguía la divisa blanca y roja de la capitanía del bravo mozo Xicotencatl. El remedio de Cortés estuvo en formar un grupo compacto, del cual alejaba al enemigo el alcance de los arcabuces y de la artillería. La caballería, no pudiendo maniobrar, se replegó también formando una muralla de hierro; y aun así, un grupo de otomíes logró apoderarse de la lanza de Pedro de Morón, herirlo y matarla la yegua. En eta formación y batiéndose sin cesar, fue avanzando el cuerpo español hasta ganar la llanura. L batalla duró hasta la puesta de sol, y los castellanos se refugiaron en una altura coronada por un teocalli, llamado Tzompantzinco.
Bernal Diaz dice que en esta batalla tuvieron los castellanos un muerto y quince heridos, sin contar á los cempualtecas. Cortés la celebró como victoria; y por victoria la celebraron también los tlaxcaltecas, quienes en señal de triunfo pusieron á su dios Camaxtli el chapeao velludo enviado por Cortés.
Al día siguiente dejó Cortés en el cerro á Pedro de Alvarado, y con el grueso de las tropas cayó sobre algunos pueblecillos para proporcionarse víveres; y á más mandó á dos prisioneros principales con una carta á Tlaxcalla, en la cual aseguraba que no quería hacer mal á la señoría, sino solamente pasar para México. A pesar de esto siguiéronse varios ataques; y entre ellos uno por la noche, que sentado á tiempo por los castellanos, se convirtió en derrota para los tlaxcaltecas.
En el real era tanto el apuro, que ya muchos murmuraban y aconsejaban á Cortés que volviese á la costa. Los indios temían cercados á los castellanos en el cerrillo en que se habían refugiado, y los estuvieron atacando sin cesar durante diez ó doce días. Pero Cortés, en una altura y con su artillería, tenía la prioridad, y había inexpugnable el lugar para las armas de los indios. Salidas repentinas ó nocturnas, apoyadas por la caballería, le proporcionaban víveres, y ponían miedo en el enemigo. Desde su real, barría la llanura; y asi todos los asaltos de Xicotencatl debían fracasar; además el ataque nocturno había sido rechazado. La lucha era constante; Cortés estaba enfermo de calenturas; pero los tlaxcaltecas no estaban acostumbrados á esa resistencia; sus guerras con los pueblos comarcanos concluían pronto. La prolongación de la lucha habría sido su triunfo; pero desesperaba al ver que no podían destruir á un puñado de hombres. Estaban además solos: los torpes mexicas los abandonaba y mandaban embajadas á Cortés; y los huexotxincas se habían retraído de pelear. Además, Cortés enviaba constantemente embajadores á Tlaxcalla con protestas de amistad. Fue resultado natural que el partido de la paz se sobrepusiese.
Interpretación Josefina García Quintana y Carlos Martínez Marín (1983)
En esta representación lo españoles no se muestran ya como de camino, sino asentados en un lugar cuyo nombre está escrito en la parte superior junto a su glifo -Tecoaccinco. Sobre una plataforma aparentemente construida con sillares están Marina, Cortés y algunos soldados. Ni éstos ni el capitán llevan armadura, sino que están vestidos como si descansaran a pesar de que los soldados portan lanzas. Hasta ellos llegan los hombres otomíes- con tocado semejante a los que aparecen en la lámina anterior- que llevan obsequios consistentes en joyas y mantas finas. Su vestimenta también es más vistosa que la de los precedentes, lo que les confiere mayor rango. Al camino, como en la lámina 2, salen a recibir a los españoles gentes principales, pero en la población son los propios señores los que les dan la bienvenida. Además de la plataforma donde está el asiento de Cortés, hay una parte posterior una construcción ornamentada con dibujos polícromos con la que se quiere señalar el edificio principal de Tecoac, tal vez el templo.